Salud y edulcorantes artificiales: lo que dice la ciencia

Analizamos los estudios más recientes sobre su uso, posibles riesgos y beneficios para quienes buscan reducir el consumo de azúcar.
Los edulcorantes no azucarados son una alternativa frecuente al consumo de azúcar. Han logrado posicionarse como un producto de uso diario por los consumidores y están presentes en miles de marcas de alimentos y bebidas en todo el mundo, “generalmente etiquetados como dietéticos”, sin embargo, siguen siendo un tema controvertido y en constante revisión.
Su impacto en la salud sigue siendo motivo de debate.
La evidencia científica más reciente sugiere que el consumo habitual de bebidas con edulcorantes no calóricos no ofrece beneficios en la prevención de enfermedades endocrino-metabólicas ni cardiovasculares. De hecho, se ha observado una asociación entre su ingesta y un mayor riesgo de desarrollar condiciones como diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, similar al riesgo asociado con el consumo de bebidas azucaradas
El consumo de edulcorantes no azucarados en diversos alimentos también se ha vinculado a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares (ECV). A su vez, es poca la evidencia científica que respalda el papel de los refrescos dietéticos en la reducción del riesgo de sobrepeso u obesidad.
El aspartamo, uno de los endulzantes no azucarados más utilizados y estudiados, es 200 veces más dulce que la sacarosa con un valor calórico nulo. Según la FDA, la ingesta diaria máxima recomendada de éste es de 40 mg/kg de peso corporal en Europa y de 50 mg/kg de peso corporal en Estados Unidos, si bien en general las personas se exceden del valor recomendado.
Según informes publicados, el consumo de aspartamo se ha asociado a varias patologías como obesidad, diabetes mellitus tipo 2 (DM2), cáncer, enfermedades cardiovasculares, alergias, trastornos neurológicos y trastornos del comportamiento.
Un nuevo estudio realizado por investigadores (Wu et al.) encontró que el consumo de aspartamo podría estar relacionado con daño en los vasos sanguíneos y la formación de placas que llevan a la aterosclerosis. Además, se observó que el aspartamo aumentó la producción de insulina en el cuerpo, en parte por su efecto en el sistema nervioso. Este aumento, a su vez, favoreció la acumulación de placas en las arterias.
La alimentación continua con aspartamo en pruebas realizadas en ratones agravó la formación y el crecimiento de la placa aterosclerótica. Estos hallazgos revelan un nuevo mecanismo de aterosclerosis asociada al consumo de aspartamo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconseja el uso de edulcorantes no azucarados para controlar el peso o reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles.
Debras, C., Chazelas, E., Sellem, L., Porcher, R., Druesne-Pecollo, N., Esseddik, Y., de Edelenyi, F.S., Aga€ esse, C., De Sa, A., Lutchia, R., et al. (2022). Artificial sweeteners and risk of cardiovascular diseases: re sults from the prospective NutriNet-Sante cohort. BMJ 378, e071204. https://doi.org/10.1136/bmj-2022-071204.
Pearlman, M., Obert, J., and Casey, L. (2017). The association between artificial sweeteners and obesity. Curr. Gastroenterol. Rep. 19, 64. https://doi.org/10.1007/s11894-017-0602-9.
Swithers, S.E. (2016). Not-so-healthy sugar substitutes? Curr. Opin. Behav. Sci. 9, 106–110. https://doi.org/10.1016/j.cobeha.2016.03.003.